Si yo no lo hago, alguien más tendrá que hacerlo


Hoy en la oficina celebramos el cumpleaños de una chica del equipo, y como solemos acostumbrar, al final del día todos nos reunimos para cantarle y tener un tiempo de compartir.



Ya habíamos terminado la celebración, y era momento de recoger los platos en donde se había servido la torta. Yo estaba encargado de recogerlos, por lo que fui de sitio en sitio pidiéndolos. Todos me entregaban sus platos sucios y yo los iba apilando. Es más, yo también había puesto mi plato en la pila, este también estaba sucio.

Seguí pidiendo los platos por todos los lugares, solo faltaba el de Rafael, el mensajero, un señor ya mayor que era amigo de todos. Pero no lo encontraba, me pareció raro que se haya ido con el plato.

Decidí ir a entregárselos, de una vez, a la persona que me había pedido el favor de recogerlos. Ya cuando estaba a punto de entregarlos, apareció Rafael, trayendo su plato. Yo le pregunté a dónde se había ido y él me respondió que había ido a lavarlo. Luego de eso me preguntó si acaso no había que entregarlos limpios, que si los dejábamos sucios quién los lavaría.

En ese momento me quedé perplejo, en realidad no lo había pensado. Para mi era lo más sencillo el solo ayudar recogiendo los platos y no preocupándome por nada más. Pero la actitud de Rafael me hizo reflexionar y darme cuenta de que el que debía lavar su plato era yo. Que no debía ser tan fresco de esperar que alguien más lo haga por mi. 

Todo eso me hizo pensar en que cuántas veces dejo de hacer algunas cosas (como limpiar u ordenar) y no soy consciente de que si yo no las hago, alguien más se verá obligado a hacerlas y eso no es justo.


Salvador Padilla C.



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